Más allá de nuestro Yo como suma de todas estas partes (Yo relacional), hay nuestro Yo Esencial, el Self, el Yo auténtico, aquello que somos incluso antes de que nos pongan un nombre. Al entrar en relación con el exterior (inicialmente, nuestros padres o cuidadores), vamos gestando diferentes partes, siempre orientadas a garantizar nuestra supervivencia, siempre haciendo algo bueno por y para nosotros. En definitiva, en garantizar el ser queridos y aceptados. Las partes reaccionan a estímulos determinados y así van construyendo nuestro sentido del Yo.
Algunas partes de nuestro Yo son portadoras de experiencias traumáticas (partes exiliadas). Son aquellas que no nos gustan, que nos hacen sentir, hacer o pensar aquello que nos resulta incómodo, doloroso… Cuando las partes se reactivan (reaccionan a un estímulo determinado), nos transportan en el tiempo a experiencias vividas de trauma, dolor, soledad, miedo…
Lo que persigue el trabajo del modelo de los Sistemas de la Familia Interna (creado por Richard C. Schwartz) es que las diferentes partes de nuestro sistema interno se conozcan y colaboren entre ellas, configurando un Yo relacional en sintonía con el Yo esencial, más protagonista.
En palabras de Richard C. Schwartz, el self está en cada cual de nosotros y es una fuente de cualidades maravillosa desde la que podemos dirigir nuestras vidas, la interior y la exterior.